El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

27 enero 2007

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Chilitos analgésicos

Antes, yo no veía tal programa. Antes, tampoco lo escuchaba. Ahora, lo programo para verlo aunque no siempre le pongo atención. Doña Fernanda tiene un humor más bien raro. Se ríe por simple o para que despierte el auditorio. Aún no concluyo. De pronto presenta buenos temas de salud. En esta semana, cuando anunció el tema, pensé que no sería uno de esos días. Sin embargo, me acabó envolviendo.

Invitó a un doctor, que tardíamente dio a conocer, aquellos ítems a tener en cuenta cuando alguien, que toma algún medicamento, viaja. ¡Me he reído de una manera! Resulta que tal doctor decía ciertas cosas como:

- Tome en cuenta que algunos países no aceptan la introducción de medicamentos.
- Los medicamentos deben ir en el equipaje de mano. El equipaje que se documenta sufre cambios drásticos de temperatura.
- Siempre, los medicamentos deben ir en su empaque y caja original.
- Hay que llevar también, la receta que ampare la cantidad de medicina, y una historia médica. Todo en el idioma del país que visitará.
- Debemos anunciar qué tipo de medicamento cargamos con nosotros, pues en una inspección, la autoridad lo puede confundir con psicotrópicos.

. ¡Con sus excepciones! Porque si yo hubiera empezado por avisar que tipo de medicamento cargaba, la autoridad no hubiera tenido duda de que se trataba de psicotrópicos. De entrada, no me cabía tal cantidad de medicina en un bolso de mano. Ni en dos. Ni en tres. Tal vez, ni cuatro. Y menos!!! En su empaque original. Acabé tirando 3 bolsas grandes de cajas de medicina, aplastada.

Las tiras de medicinas las puse en otro empaque. De pulparindos!!! Esto por dos razones. Una, para compactarla. Dos, para despistar a la autoridad. No hice nada ilegal. Creo. Pero es que era demasiado complicado explicar la cantidad. Y eso que si cargaba con la receta y la historia médica. Lo que pasa es que ésta era muy desagradable. Manos Mágicas Madrazo, no dudó incluir en ésta, una foto mía, en el quirófano. Con el respirador puesto. Así, como a uno lo operan. Sin ropa. Eso sí, muy prudentemente, incluyó cuadritos negros en “mis partes”. Chulo el.

Por esta razón, tenía claro que, mi última estrategia, sería mostrar dicha historia médica. Ya me imaginaba al policía de León comparando esa cara con respirador con la mía de viajera. O, al policía aduanal de EEUU calculando que las dimensiones de esos cuadros de la historia, debían coincidir con las dimensiones que vio pasar en el detector de metal. No, no sufriría tales humillaciones. Sería lo última opción.

Por eso todo iba camuflajeado. Las cajitas de gotas, que eran unas 40, iban todas unidas por cinta canela. Y todas, dentro de una bolsa de papel. Que luego rellené con “brinquitos” y “pelones”. En otra caja, una de un reloj súper chipocludo, que me regaló mi mamá, iba el resto de pastillas. Todas apretaditas, y encima, el manual del reloj.

Eso si, mientras hacía maleta, les daba instrucciones a mi tía y a mi mamá, de cómo pedir mi repatriación por si me agarraba la DEA. Ante tanta artimaña para disfrazar la medicina, ¿me iban a preguntar algo? ¡que va!. Me esposarían. Juntarían varios perros (de lo que ladran, no estoy insultando a los agentes) para olfatear el resto de mis maletas. Me sacarían radiografías para ver si me había comido más pastillas, para luego, ya en EEUU, echarlas fuera. Diablos!!! En las radiografías, verían mi placa, mis tornillos, y jurarían que con ellos en pleno vuelo a Inglaterra, armaría una AK-47. Uts!! Para ese momento los perros (ahí si los agentes, porque me están tratando muy mal) ya habrían encontrado las gotas. Claro, con mi cuerno de chivo y el explosivo líquido, pretendería yo, darles una lección a Bush y Blair. Justo en ese minuto, tendría que estar hablando Tony Garza, prevenido por Eduardo Sojo, para aclarar todo, porque más tarde sería trasladada a Guantánamo. Y después, mi vida no volvería a ser la misma.

Mi tía me dijo que exageraba. Pero a mi no me engaña, se quedó preocupada porque los hechos se desarrollaran tal y como yo estaba prediciéndolo.

Aún así, yo prefería seguir con mi plan de ocultar todo. Si de inicio, exponía mi equipaje a revisión, todo hubiera sido igual, pero más rápido. No, seguiría con mi viaje olor a chilito. Eso, y con mis plegarias, de que todo un ejército de ángeles me protegiera.

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