El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

15 julio 2007

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De piedra, la cabecera.

El occidental latinoamericano se presenta como interesado en alquilar el departamento en renta. No está mal, desde su punto de vista. Tiene todo lo necesario para vivir cómodamente. Solo tiene un inconveniente, que en sus circunstancias, se vuelve un grave inconveniente, si es que no se puede arreglar. Tanto, que a pesar del buen precio y ubicación, decidiría no rentar ese departamento.


No, no se puede cambiar esa condición. Quien lo atiende, y seguramente no es el dueño, le dice que no se puede.


- Sabe, es que soy casado.


- Ahh, al lado de la cama, hay espacio para que su esposa ponga un tendido y se acueste ella ahí. Dice la recién aparecida esposa del que lo atendió y la cual le insiste en quedarse con el departamento.


Latinoamericano, para ser más exactos, mexicano. Nacido y educado en el centro del país, en el más puro tradicionalismo, pero evolucionado ante un mundo de diferentes condiciones, pensó dos segundos en que contestar y sobre todo, cómo contestar, pues el comentario de la señora de origen hindú, no había sido una broma, sino la práctica solución que, en su cultura, darían al problema del interesado en el departamento con cama individual.

Pasó por su cabeza el contestar que en su cultura es distinto, a la mujer se le proporciona mayor comodidad que al hombre. También pensó en que ella tenía ciertos problemas en la espalda que requerían de ciertos cuidados. Y antes que pudiera decir algo, el hombre fue quien calló a su esposa:


- Ella está embarazada. Dando a entender a ambos que por eso la ausente no podría dormir en el tendido y al mismo tiempo hacía la seña universal de “no te metas” a la acomedida esposa.


Finalmente encontró no un departamento, sino una casa. Con más espacio del necesario y bastantes comodidades. Sin embargo, aquí no conocen a Cuco Sánchez. Y no pensamos en ello, al rentar una casa amueblada. Después de 4 noches, concluí que una cama de agua sería más firme que mi cama actual. Probamos el colchón inflable y los cojines inferiores de la sala de tele. Estos fueron los elegidos.


Y no habiendo razones para no hacerlo, tal como vaticinaba la hindú, la mujer, o sea yo, acabó haciendo su tendido, mientras el hombre duerme plácidamente en una enorme cama. Y entre líneas, puedo imaginar que mi espalda, aún en tendido, es más sana que su espalda en cama aguada. No cabe duda, a los ingleses les caería bien saber que, de piedra ha de ser la cama.


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