El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

29 octubre 2007

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En custodia

No suelo soñar con tener una vida como la de las telenovelas, pero a veces, sin querer, me pasan cosas de ese estilo. Anoche, con mi look cha cha chá, bailé y canté con verdadero gozo. Bosé, la Toña y la Ridis ¡que trío! Los cuatro fuimos inmensamente felices junto con otros tantos. Llena la emoción, nos echamos unas quecas con bistec delichus, que llenaban el estómago, mientras llenábamos el corazón de amistad de la sabrosa.

A punto de reventar de todo, ya avanzada la noche, llegué a casa. Prendí la computadora y ¡zaz! que me encuentro correos por contestar y a mi amigo de Kasaquistán. Hacía casi un mes que no nos topábamos. Nos dimos una actualizada de dos horas hasta que llegué a cambiarle el país de donde proviene. No fue un adiós sino un hasta luego, esperando que la próxima vez que nos veamos sea en Praga.

El lunes me amaneció con la alarma de bomberos. Había que atender un incendio, de inmediato. Con la desvelada, yo me resistí cuanto pude, hasta que fue inevitable. Al abrir los ojos, caí en cuenta de que debía correr. La alarma se había hecho más tenue, tipo timbre telefónico, lo cual, me dio mucho gusto. Era mejor correr a contestar el teléfono, que correr a ponerme el equipo de seguridad y subirme a una escalera para echar aguas. Eran las doce.

Desde entonces, y hasta las cuatro de la tarde, medio chatié, medio leí el periódico, medio dormité. A las cuatro, arranqué a Guanajuato ¡con una pesadez! En lo único que pensaba era en ya estar en terapia, acostadita, con compresitas calientes en la espalda, tapadita, con la luz apagada y musiquita relajante. Y tal cual, en cuanto llegué me abandoné, sino al sueño, si a la pereza de dos ondas menos.

Al salir de la terapia, ya era de noche. El horario de verano me jugó la broma, así que tomé carretera sin luz solar. Tomé la decisión de no tomar la autopista Silao-Sn Pancho. Por lo general, la tomo para evitar el tráfico de la entrada de León. Hoy no, estaba perezosa y anochecida. De pronto, ya en la ciudad, se prendió un foquito de mi auto. A los 5 segundos otro, luego otro, el radio calló y me escupió el CD. Estaba a punto de diagnosticar labilidad emocional a mi auto, cuando de plano, empezó a perder potencia.

Hice dos altos para revisar el manual. Ahí me informaron que un foquito era de los frenos ABS, otro de la bolsa de aire, otro del freno de mano… todo ya lo sabía, gracias! El punto es que no decía, que algún día un coche tuviera varios fallos de un trancazo. Después de unos minutos de estudio, arrancaba y aceleraba en perfectas condiciones… durante 2 cuadras hasta que los síntomas se repetían. Mi última parada, la tercera, fue definitiva. En mi camino, seguía un puente que no estaba segura que mi corcel pudiera superar.

Ya estaba. Yo ahí, en hora pico, siete y media de la tarde, en una zona altamente transitada por camiones, taxis y gente de todo tipo. Por fortuna, el corcel todavía podía hacer ojitos. Aún con las preventivas a mi mami le mandaron cientos de mensajitos. En el 040 y en mi casa, me pasaron datos de gruas. En el cuarto intento fue cuando tuve suerte. Tras 20 minutos y decenas de mensajitos más para mi mami, llegó la grúa. Y dentro de ella él.

Un Pacheco cualquiera. Yo no soy tan berrinchuda como Barbie, mucho menos tan caprichosa, pero sobre todo, no soy millonaria. Así que no necesito guardaespaldas, pero si lo necesitara, ya conocí a mi Pacheco. Fue muy amable en aconsejarme en no dejar mi coche en la agencia, pues en un taller le habían dado servicio completo, hace un mes. También de muy buena manera, me llevó a un cajero automático y hasta dedicó varios minutos en dar su diagnóstico sobre lo que le pasaba a mi auto. Ahí andaba yo paseando en una grúa por el blvd. Campestre. En estas cuestiones comerciales uno no acaba sabiendo el nombre del sr. de la grúa, hoy lo lamento.

Todo mundo debería hacer su trabajo con gusto y buena disposición, pero no es así. Así que, cuando alguien se destaca por eso, me impresiono. En fin, lo único que puedo decir es que por León, sobre una grúa, hay un Pacheco y me ayudó en un día en que mi energía era muy baja.

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