El blog de Pucca está en obras. Vuelvo pronto, ya casi queda

17 enero 2011

1

A donde vayas te quedarás

La noche no me arrulla, así que escribamos para aligerar el alma, porque creo que es la que no da tregua que permita lograr la ensoñación. Y debería ser que sí, que mi cuerpo exigiera descanso y que mis ojos pidieran un break.

Ha sido un día literalmente largo, de muchas horas, de impotencia, de tristeza, y de muchos recuerdos.

Mi abue, ha sido muchos abuelos para mí. Fue "Papá Logios" cuando era niña. El que llegaba de trabajar de la fábrica, el que ponía a hervir la leche y sostenía a mi abuelita mientras caminabamos hacia el Templo de Capuchinas.

Fue "Logios" el que preparaba comida para sus nietas que iban de visita y era el que esperaba despierto, a que llegaramos de la fiesta, para dormir tranquilo.

En los últimos años, fue "Logitos" el que me platicaba de su luna de miel, de su primer trabajo, de la vida como era antes. El que me preguntaba si era feliz y se sinceraba diciéndome lo cansado que se sentía.

Todos fue y será "El Abuelo Logios". De cada etapa hay momentos para recordarse, cosas que agradecerle. Sin embargo, he de reconocer, que los años me dieron paladar para aprender a disfrutarlo.

Ahora pienso que no debo temer a mi memoria, porque no sólo en el pasado estará. Hay palabras que siempre lo traerán a mi mente "rondana", "balastra", "bulbos", "centavos", "lacito" y "calcita".

Cuando alguien acomode a mucha gente para que duerma en su casa, cuando asigne cama, sillón o alfombra a todos, me recordará que era algo que el hacía.

Cuando le pida caminar despacio a alguien: "al pasito", vendrá a mi mente.

Cuando me despida y pida la bendición, me acordaré de ese ritual que hacía cuando nos despedíamos. Por familia, nos parábamos frente a él y el empezaba a mover su mano y a rezar en voz baja, luego decía "ya" y entonces nos acercábamos a besarlo y despedirnos de el.

Hoy él se fue y la familia fue quien dió la bendición. Con tanto cariño se le habrá dicho adiós que su viaje será de un aterciopelado celestial.

El sabe que lo despido con amor, que comprendo su partida y que me alegra que se haya despojado de ese cuerpo que le estaba enclaustrando el espíritu.

A mis hermanas, a mi mamá, a mi nana, a mis tíos y a mis primos,los abrazo, intentando comprender el Logios que cada uno perdió.

Honrémosle para que, literal, descanse en paz.

05 enero 2011

3

Los hombres buenos

Un hombre que busca ser "hombre bueno" me da desconfianza, con justa razón.

Un hombre bueno señala los errores de los otros, pero nunca los suyos. Porque un hombre bueno insiste en que no habiendo mal intención, ninguna equivocación merece solicitar el perdón.

Pretende que su entorno sea "como debe ser" sin importar lo que le hace feliz. Las reglas de socialización, de comportamiento y de relación de pareja, que ha ido aprendiendo aleatoriamente desde su pueblo natal hasta en Animal Planet, han formado un estricto código que defiende a toda costa. Y claro, ya le queda poco por aprender al respecto, así tenga alguna una norma de conducta de los tiempos de la Inquisición.

Un hombre bueno busca reconocimiento por acciones que dice hacer por amor o altruismo. Y lo que acaba siendo es que no hay amor ni altruismo de por medio, sino una oportunidad más para que la gente diga: ¡Oh, que bueno que es!.... ¡la manga! Así que mejor ni haga nada, porque hasta ni con devoción lo hace. Lo digo frecuentemente y mi respaldo es la Biblia: "que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda".

Un hombre bueno jamás acepta que las cosas no van bien, aunque sea evidente que así sea. Es su vida ¡tiene que estar todo bien! Así que no hay introspección, y en calidad decimos que lo que no se mide, no se puede mejorar, no se puede controlar.

Un hombre bueno es un cobarde que no acepta que tiene miedo, que sucedió algo inesperado. Ni siquiera ante la apertura total de otra persona logran desvelar lo que realmente les mueve.

Un hombre bueno no permite que caiga su título de bueno ni hasta el final de los tiempos. Lo sabio precisamente del tiempo, es que todo cae por su propio peso. Bien dice Santa Teresa: la paciencia todo lo alcanza... incluso alcanza la verdad.

Hablando de hombres, prefiero uno que se conciba sólo como hombre. Sin adjetivos, sin que pretendan ser, sólo que sea, con sus hermosos errores, lindas equivocaciones, con malos días. Un ser más normal que lo que es un hombre bueno, es decir, un hipócrita, ególatra, mentiroso y cobarde. No gracias, de esos no.